jueves, 23 de julio de 2009

El Amante de Libros

Alfredo Gonzáles Prada cuenta que su padre, don Manuel, sentía por los libros un respeto cual religioso, al extremo que era incapaz de subrayarlos o de trazar notas marginales. Se contentaba con redactar largas tiras de comentarios que añadía cuidadosamente al final de cada libro leído. Todo ello indica que don Manuel no amaba a los libros, sino que era un “respetuoso” lector. En realidad existe un amor físico a los libros muy diferente al amor intelectual por la lectura. Por lo general el gran lector no ama a los libros, así como el don Juan no ama a las mujeres. EL gran lector coge los libros conforme caen en sus manos, los usa y los olvida. El amante de los libros, en cambio, los ama en si mismos como cuerpos independientes y vivos, como conjunto de páginas impresas que es necesario no solamente leer, sino palpar, alinear en un estante, incorporar al patrimonio material con el mismo derecho que al bagaje del espíritu.

El amante de los libros no aspira solamente a la lectura sino a la propiedad. Y esta propiedad necesita observar todas las solemnidades, cumplir todos los ritos que le hagan incontestable. El amor a los libros se patentiza en el momento mismo de su adquisición. El verdadero amante de los libros no tolera que el expendedor se los envuelva. Necesita llevarlos desnudos en sus manos. Irlos hojeando por el camino; meter los pies en un charco de agua, sufrir todos los trastornos de un primer encantamiento. Llegando a su casa lo primero que hará será grabar en la página inicial su nombre y la fecha del suceso, porque para él toda adquisición es una peripecia que luego será necesario conmemorar. Con el tiempo dirá: “Hace tantos años y tantos días que compré este libro”, como se dice: “Hace tiempo que conocí esta mujer”.

Cumplido este requisito, el amante de los libros, cogerá el primer objeto que encuentre a su disposición y comenzara a cortar las páginas del libro y lo irá leyendo progresivamente, con vehemencia, con sobresalto: como se ama a una novia conforme se la va descubriendo. Y durante el proceso de la lectura no resistirá ninguna tentación. Lo cubrirá de caricias y de rasguños. Las paginas se irán cubriendo de “ojos” admirados, de objeciones marginales a sus ideas atrevidas, de interrogaciones a sus párrafos oscuros. Y solamente así, después de haberlo hecho viajar en tranvía, después de haberse introducido con él en la cama, podrá decir que ha leído ese libro, que lo ha poseído, que lo ha amado.

Es por este motivo que el amante de libros es intolerante con los libros ajenos. Leer un libro ajeno es como leerlo a medias. Si el libro es nuevo el lector necesitará observar cierta cortesía, forrarlos, probablemente, necesitará, además, ser condescendiente con sus ideas, aceptar políticamente alguno puntos discutibles, combatir de continuo sus impulsos voraces y contentarse, por último, a dar aquí y allá un ligero toquecito a fin de no hacer ostensible, a ojos del propietario, ese abuso de confianza. Si el libro prestado es viejo y releído la situación varía radicalmente. El lector se enfrentará a él con la animosidad, con el escepticismo de quien se apresta a recorres un floresta ya explorada, de la cual se ha recogido sus mas sabrosos frutos. Cuando más, se limitará a descubrir algún rincón oculto que pasó inadvertido al propietario y en el cual pondrá el regocijo de un verdadero hallazgo.

Por esta misma razón el amante de los libros no puede frecuentar las bibliotecas públicas. El acto le parecerá tan humillante y pernicioso como visitar las casas de tolerancia. Los libros puestos a disposición de la comunidad son libros indiferentes son libros fríos con los cuales no nace un acto de verdadero amor, no se crea una relación de confianza. Frente a ellos, solamente, podrá a veces practicarse un acto de brutalidad, como arrancar una de sus páginas. Hay gente, sin embargo, que solo lee en las bibliotecas publicas y esto revela, en el fondo, una profunda incapacidad para amar. Un libro leído y amado es un bien irreemplazable. Los verdaderos amantes de los libros inscriben su vida en ellos. De podrá adivinar el carácter de una personas, se podrá incluso trazar su biografía, examinando no solo que libros ha leído, sino como los ha leído.

Julio Ramón Ribeyro (1929 – 1994)
Fragmento de El Dominical, 14 de julio de 1957


Desde el momento que leí este articulo supe que se trataba de mí, que describía todas las acciones que hago con respecto a mis libros, y mi corazón salto de alegría al saber que lo que en verdad siento por los libros es un amor incondicional.

Aunque empecé a leer desde que estaba en secundaria, debo aclarar que en ese entonces no se me gustaba leer, y es que el problema de todas las personas que no leen es que ven y sienten este hábito como una obligación, y por lo tanto, solo lo hacen para cumplir una responsabilidad simplemente académica o profesional, y por hacerlo de esa manera se pierden valores de la lectura que son importantes como el recuerdo de nuestras añoranzas, la nostalgia y sensaciones que son difíciles de explicar con palabras que se entienden mas con gestos. Yo amo a los libros porque son una necesidad para poder mantenerme vivo, son como el agua que calma mi sed, sed de conocimiento, de palabras, de versos y rimas que una vez leídas permanecen en mi mente, en mi subconsciente mas tiempo que los mejores besos que algunas vez hubiese dado.

Hace dos años que empecé un proyecto muy personal, implementar mi biblioteca privada. Hoy tengo alrededor de 50 libros, leído con devoción, pasión, amor, dedicación, ternura, cuidado. En la ultima hoja de los 4 primeros libros he escrito pensamientos acerca del libro y la lectura; en los demás, como casi siempre los leo en el bus, tengo detrás de los boletos de los buses escrita la fecha y algún detalle muy particular, también, escribo en la primera hoja de todos la fecha en que empiezo a leerlos y en la ultima, el día en que termino.

Casi todos los fines de semana me paro frente a ellos y me quedo un buen rato observándolos, fotografiando sus cuerpos y guardando las imágenes en mi memoria, siento que fuesen mis hijos, aunque son el tesoro mas valioso para mí. Nunca prestaría alguno, de solo pensar que se pudiese perder alguno se me escarapela el cuerpo, es que somos una familia, somos padre e hijos, hermanos, amantes, amigos. Aunque siempre los he comprado sin saber de que se trataban, nunca me han decepcionado, siempre he sacado de ellos algo que aprende, siempre me han divertido, me han hecho deseando no dormir con tal de no perder la magia, y en muchos casos no he dormido por descubrir el final de la historia.

Hoy empieza la 14º FERIA INTERNACIONAL DE LIBRO DE LIMA, y estoy súper emocionado, solo quiero que llegue la hora de salida del trabajo para ir corriendo a la feria y ver aquel mar de libros, hojas, palabras y versos en los que nadaré como pez en el agua. Estoy ansioso por comprar los libros que no compre en más de dos meses que me abstuve de hacerlo para poder encontrar aquí todos los que quisiera. Me importa un pepino la gripe AH1N1 o porcina, nada me va impedir ir a la feria jeje aunque si me enfermo tendría más tiempo para leer, pero sería un aspecto malo para mí que cumpleaños es ya está a la vuelta de la esquina. Bueno, me despido deseándoles suerte con sus amantes… los libros.